Define lo que quieres que aprendan
Para hablar de educación sin ser pretencioso solo se me ocurre hacerlo hablando desde mi propia experiencia, desde mi forma de relacionarme con ella. Sin dar lecciones, sin convencer, solo compartiendo.
Lo resumo sencillamente: para poder educar el primer paso es desentenderse de la idea de que se puede ser educador sin tener absoluta adhesión a lo que pretendes transmitir.
No puedo ser educador sin saber lo que quiero que aprendan. Me refiero a la educación con mayúsculas, algo muy distinto a la instrucción. La educación es la base sobre la que se construye cualquier instrucción.
Esta es mi visión. Creo que lo más importante es aprender a:
– Tomar decisiones.
– Sentirse seguro sabiendo que tu seguridad no depende de nadie más que de ti.
– Encontrar tu elemento, el lugar donde converge lo que te gusta, lo que quieres hacer, lo que haces bien, lo que el mundo necesita y por lo que te van a pagar.
– Y, por supuesto, mantener la capacidad de fijarte metas y soñar con ellas para perseguirlas con pasión.
La primera gran pregunta es cómo es tu manera de entender como enseñar. En mi caso, esta pregunta tan compleja me llevó a otra más personal. ¿Cómo he aprendido las cuestiones más complejas en mi vida? He dado muchas vueltas y ahora lo entiendo. La clave está en las relaciones que he ido estableciendo con dos conceptos en plena sintonía: la utopía y el cambio.
La utopía es gasolina para mí. Lo es porque creo que el futuro siempre es bueno porque siempre, siempre, aparecen soluciones. Lo creo de verdad porque para mí el futuro siempre supuso soluciones. Y esto me lo ha enseñado el deporte. El deporte me ha enseñado que la acción es el destino. Que sin emoción no hay acción. Ahora sé que el juego es emoción y la emoción es vida. Si la acción lo es todo, parar da miedo.
Por eso abrazo el cambio, porque el cambio no te deja parar. Por eso quiero ser más que bueno en el cambio, quiero ser uno con el cambio, quiero ser cambiólogo para que mis alumnos lo sean también.